VOLVER

Volví. Bueno, en realidad volvieron mis #MartesDeRelato. Nunca pensé que iban a volver en una semana como ésta, de tanta intensidad y caos. Escribo, literalmente, en medio del coas de cajas y una casa a medio desarmar. Empiezo a creer que es cierto eso de que del caos nace la inspiración. En el caos, a veces, una se siente perdida. Se me ocurre que quizás mis letras, mis verbos, mis sujetos y mis predicados me devuelvan la calma, aunque sea por el tiempo que me lleve escribir este post.

Pienso en las vacaciones y siento que fueron en otra vida. Muchas cosas pasaron desde aquél último #MartesDeRelato del año, allá lejos en diciembre, cuando el 2018 todavía no había nacido. ¿Cuánto pueden cambiar las cosas en 2 meses y medio? Un montón. Mi hijo duerme toda la noche, por ejemplo. Lo que me hizo sufrir el año pasado con este asunto y así nomás, de un día para el otro, decidió que ya era tiempo de hacerme y hacerse ese regalo. No usa más pañales de día y habla hasta por los codos. Lejos quedó ese bebé que era en diciembre. Como nuestros hijos crecen todos y cada uno de los días, en dos meses y medio pueden pasar muchas cosas. Nos fuimos hasta Brasil en auto, creí que no llegábamos, pero llegamos vivitos y coleando. Y tuvimos las mejores vacaciones de nuestras vidas. Mudarse, dejar ese espacio cómodo y conocido y aprender a vivir en otro lado, nos está haciendo crecer a todos. Tener un hijo en primer grado me emociona. La vida está llena de pequeños y grandes crecimientos, de logros, de pasos dados, de cambios. En todo este tiempo pasó mucho y ya era hora de que los relatos abandonen el reposo. Se deben a su público.

Esta semana, además de estar a punto de mudarme, entré al clan de las madres con hijos en primaria. Siempre las miré pasar y las observé con una mezcla de ternura y compasión. Las veía grandes, experimentadas, emocionadas, apuradas y cansadas. "Me falta mucho para eso", pensaba. Pero de golpe me llegó el turno. ¿Muy cliché decir que el tiempo vuela? ¿Muy mal sentir ganas de agarrarlo del cogote y decirle "calmate"? Al tiempo, digo. Entonces el despertador está puesto para que suene todos los días a las 6.20 am y aún sin estar del todo despierta tengo que despertar a otro que todavía me habla de "jardín de infantes" y no de "colegio". Ahora entiendo más a mamá. Pobre, lo que le costaba levantarnos a mí y a mis hermanas para llevarnos al colegio. El tiempo pasa y, sin darnos cuenta, nos va acercando a ellas, nuestras madres, y entonces empezamos a entenderlas. También a valorarlas. Y a necesitarlas. En esta travesía de maternidad, con todas sus bondades y sus oscuridades, terminamos necesitando a nuestras propias madres, como hace mucho no lo hacíamos. Y entonces las perdonamos.

No pensé que los relatos de los martes iban a volver esta semana, en la que ando con un nudo atado en la garganta, otro en el pelo, y con los cambios que me vienen de frente listos para pasarme por encima sin piedad. ¿O será que volvieron -justamente- por eso? Escribir es catarsis, es desahogar, es terapia, es compartir con alguien que lea del otro lado, es desatar nudos. Después de escribir siempre me sentí más liviana. No es casualidad, entonces, que estos relatos hayan vuelto en esta semana de caos y nudos, de emociones y de miedos, de cambios y de capítulos que se cierran.

Así estamos, bailando entre la risa y el llanto, entre el disfrute y el cansancio, queriendo quedarme como hasta ahora, pero con unas ganas enormes de empezar a caminar nuevos caminos. Espero que tengan más flores que piedras. A veces cuesta volver, a veces cuesta soltar y a veces cuesta cambiar. Pero es hora de empezar a escribir capítulos nuevos. Pienso llenarlos de colores y de sabores, de anécdotas y aprendizajes, de letras y canciones. ¿Me acompañás?




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