¿QUÉ PASA CUANDO NO ESTAMOS?

Repasando en mi cabeza la cantidad de veces que el chiquito me despertó anoche, amanecí con una duda casi existencial. Quisiera que alguien me de la explicación científica de por qué los hijos se portan -sensiblemente- mejor cuando los padres no están. Una voz autorizada que me cuente sin piedad ni pelos en la lengua la razón precisa, exacta y reveladora de ese mecanismo que se activa en ellos para que, entonces: coman toda la comida con entusiasmo aún si el menú incluye brócoli y zapallito, no se peleen entre sí y duerman sin sobresaltos. Cuando nosotros no estamos, claro...

¿Acaso es porque nuestra partida los relaja, igual que alguien se relaja cuando su jefe no está? ¿Será que ellos nos sienten como esa autoridad que no les permite ser o hacer lo que sienten, entonces cuando no estamos aprovechan y despliegan sus alas? Algo así como los ratones que bailan desaforados y menean su cintura, cuando el gato no está. No me convencen estas teorías, prefiero pensar que ellos también se lo toman como "un recreo". Para algunos no es tan fácil dejar a los hijos, a mí también me cuesta, eh, no me confundas con una desalmada, pero, ¿sabés qué? No me cuesta  tanto como para renunciar a estos paréntesis -justos y necesarios- para las dos partes. Pueden venir de a una, pero estoy convencida que una escapada -de vez en cuando- les sirve a todos. Nosotros necesitamos esos días de despeje, de recargar energías, de extrañar. Y ellos necesitan esos días de "viva la pepa". Necesitan extrañarnos, también. Cuando se lo piensa así, cuesta menos. Y así elegí tomármelo: como un tiempo corto de distancia y de "aire", como un espacio de renovación, merecido para todos.

La teoría que beneficia a los padres en todo este asunto dice que los chicos se sienten a salvo cuando están con nosotros, con la total libertad de ser ellos mismos, con todas sus grandezas y miserias, sin necesidad de aparentar. Ellos saben que los queremos siempre, aún en sus llantos y pataletas, y que estar cerca nuestro es estar "en casa". Todavía no tengo en claro por qué es que se portan mejor, pero de algo estoy segura. Las miradas emocionadas y los abrazos apretados de reencuentro no los cambio por nada. Y haber dormido 3 noches seguidas sin interrupciones, tampoco.


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