BUENOS VECINOS

El programa de las últimas tardes es ir a visitar a las ovejas a su corral. Cruz va en su bicicleta y Blas camina agarrado de mi mano. Cuando llegamos ellas dejan de hacer lo que están haciendo, se paran en fila y nos miran. Son curiosas. Nos quedamos quietos y se van acercando hasta quedar a pocos metros de distancia. Ellas son nuestras vecinas. También los caballos con los que galopamos a la tarde, las vacas que se pasean con sus crías, las gallinas que nos dan los huevos, y también hay una llama que todavía no se llama de ninguna forma y que deberíamos bautizar.

A la hora de la siesta, la paloma y su gorjeo tan característico me recuerda a las tardes de verano en el campo cuando era chica, mientras los grandes dormían la siesta y con mis hermanos y primas inventábamos juegos para pasar el rato. Los pajaritos que deambulan por el aire son un lindo show gratuito para mirar. Vuelan de a muchos, a veces en fila, otras en forma de V y a veces hasta pareciera que se persiguen unos a otros jugando a la mancha. Cuando Blas se despierta de la siesta (y se acabó mi tiempo de trabajo y de escritura), salimos al jardín para ver el espectáculo. Él se vuelve loco, agita sus brazos, los apunta y algo les dice en su idioma. Cruz, en cambio, prefiere hacer pozos buscando lombrices, nuestras vecinas que menos vemos. Cada vez que encuentra una es motivo de festejo, y las va juntando en un balde con tierra húmeda, para mostrárselas, orgulloso, a todo aquél que pase por ahí.

Escenas de esta vida de campo que aprendí a querer y que le regala a mis hijos una linda infancia. Me gusta saber que ellos están creciendo cerca de estos "buenos vecinos"con quienes tenemos una convivencia en armonía; en contacto con la tierra, coqueteando con una naturaleza despabilada por la mañana, y que a la noche se amansa dispuesta a reposar.  En este reposo, emana ese olor a "campo de noche" que tanto me gusta, mientras el búho, otro buen vecino, se para en la misma rama de siempre y ulula sus penas a las estrellas en medio de la oscuridad. En el interín, desde mi cama, yo ya empecé a soñar...






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