CON LIMÓN Y SAL

Hasta mis 14 años llevé con orgullo el escudo de River colgado en el cuello y pensaba que jamás me enamoraría de un bostero. Cuando "me tiró los galgos" (¿muy de vieja la expresión?) fue una de las primeras cosas que le pregunté. Pero en ese entonces ya tenía 20 y poco me importaba su cuadro de fútbol, entonces acepté con gusto charlar con él. De fondo una canción decía "yo te quiero con limón y sal, yo te quiero tal y como estás, no hace falta cambiarte nada...". Seis años, tres meses y 27 días después - un 26 de septiembre - nos casábamos en una Iglesia de San Telmo, en el mismo lugar en el que muchos años antes se casaron mi papá y mi mamá. Pero volvamos para atrás. La primera vez que salimos formalmente, lo propuse yo. "Mirá qué atrevida", estarás pensando. Un poco, tal vez. Es que en vez de quedarnos horas hablando por Messenger (¿te acordás del Messenger?) me parecía mucho más lógico quedarnos horas hablando pero cara a cara. El dato de color de esa primera salida es que él tenía la mandíbula operada, por una mala jugada haciendo deporte, entonces la tenía atada literalmente con alambres. Muy sexy todo. Tomamos milkshake (?¿) y nos comunicamos escribiendo en una servilleta de bar que todavía conservo en mi caja de los recuerdos. Sí, lo sé, mucho más cómodo hubiera sido seguir hablando por Messenger pero de esa forma no existiría esta anécdota que hoy te comparto.

Estamos festejando un año más con este señor que es lo opuesto a mí en muchos sentidos, empezando por que él es de Boca y yo de River. Pero, como dice Luis en su canción, "él es el imán y yo soy el metal", y alguna energía especial circula entre dos almas que, a simple vista, parecen diferentes. Él es números y yo soy letras, él es vértigo y yo soy calma, a mí las lágrimas me saltan como catarata y él lloró tres veces en su vida. Él deja abierta la puerta del microondas y yo le uso el cepillo de dientes, pero de golpe nos encontramos cuchareando el dulce del leche del pote a las 11 de la noche y ésa nos parece la más feliz de las coincidencias. Complementarse, de eso se trata.

Hoy estuve tarareando todo el día aquella canción que sonaba la noche que nos vimos por primera vez. La letra habla sobre querer al otro así como viene, aún si eligió ser hincha de Boca o deje abierta la puerta del microondas, y pienso que, quizás, esa noche, Julieta nos estaba dando un mensaje con esto de quererse con limón y sal, a pesar de las diferencias, de las mandíbulas atadas con alambre y de las servilletas garabateadas de bar. ¡Salud!
























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