LOS MALOS DÍAS

¿Qué hacés con los malos días? El mal día se instala en el cuerpo desde antes de irte a dormir la noche anterior, me atrevería a decir. Algo sucede durante esa noche, en la oscuridad del cuarto, pero también de los pensamientos y de la inconsciencia a la que nos entregamos cuando dormimos, que hace que cuando se abren los ojos, el mal día se sienta en el cuerpo. En la cabeza, en las piernas, en el cuello. A veces en el corazón también. Todos tenemos malos días, algunos los enfrentan mejor que otros y hasta tienen la capacidad de revertirlos. En las redes sociales no se ven muchos malos días, en general predomina lo lindo, lo bueno, lo divertido, lo original, el goce, las buenas compañías y los proyectos exitosos. Las sonrisas, los dientes blancos, las pieles perfectas, la ropa de moda, las casas de revista y las experiencias más espectaculares. Los humores florecidos y los niños que nunca lloran. La parte dulce de la vida. La edición más perfecta de la existencia. Pero nadie es inmune a los malos días, aunque algunos lo disimulen mejor que otros. Hay cosas que mejor no mostrar, ¿no?

Los bebés y los chicos también pueden tener malos días. A ellos también las emociones se les desordenan y tampoco entienden qué pasa. Lo sienten y punto. Y lo manifiestan con llantos, caprichos y pataletas. En estos días necesitan upa a demanda y mamás que se tiren a jugar al piso aunque no tengan ganas y que canten canciones aunque no entonen bien. Qué importa. Necesitan dosis extras de besos y algunas cosquillas. Más miradas a los ojos y menos celular. En estos días es cuando más necesitan que los queramos. Bueno, a nosotros los adultos nos pasa algo parecido.

Los malos días te apagan, te vuelven vulnerable, las defensas se van al piso y las lágrimas se descontrolan. No estás cómoda en ningún lado, la ropa te queda pésimo y el día tiene 75 horas. Las mochilas pesan, el cuerpo también. Quizá sea el alma lo que más pese. En los malos días todo parece más oscuro de lo que en realidad es. La inspiración se evapora, las ideas se mueren y los dedos pierden agilidad a la hora de escribir. Perdón #MartesDeRelato, pero hoy me estás costando. Siempre tuvimos una relación apasionada, de mariposas en la panza. Entre nosotros todo siempre fue color de rosa. Como un noviazgo que acaba de empezar, donde no hay nada negativo, todo es perfecto. Pero la verdad, querido martes, es que ese estado de idilio permanente no existe y, para qué te voy a mentir, hoy no te quiero ni ver. Hoy no es siempre, qué suerte. No te ofendas, me diste muchas alegrías y sé que me las vas a seguir a dando, pero ante todo la autenticidad y la transparencia, no conozco otra forma de manejarme, así que por hoy te pido un tiempo. Qué bueno es tener la certeza de que siempre hay otro día, qué alivio es tener la esperanza de que mañana todo va a ir mejor.


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