MEDIANOCHE EN PARÍS



Revisando fotos viejas me encontré con ésta, de un viaje que hicimos con Kike a Europa antes de quedarme embarazada de Cruz. El último viaje de a dos, sin hijos. Después volvimos a viajar juntos y solos, pero ya cuando tenés hijos tu cuerpo viaja pero un pedazo de tu corazón y de tu mente quedan donde quedaron ellos. No es lo mismo. Nunca se vuelve a viajar igual. Nunca volvemos a ser igual, en la realidad. Esta foto con la Torre Eiffel de fondo me hizo viajar con la imaginación hasta aquellos días de mochilas livianas, decisiones espontáneas y de independencias absolutas y rotundas. Recuerdo esta etapa como una GRAN etapa, Esto de ser dos, de no tener que pensar en nadie más, de querer hacer algo y de poder hacerlo en ese mismo momento, de que ese otro sea el receptor de tus energías, tu compinche, tu dupla, tu socio de la vida... Hoy él sigue siendo mi compinche, mi dupla y mi socio de la vida, pero ya no sólo tengo ojos para él, hay dos personas más que también me tienen enamorada.

A veces extraño esas épocas doradas en donde eramos dos veinteañeros viajando por Europa sin demasiadas preocupaciones; como en esta foto, una medianoche en París. No nos corrían las agujas del reloj y no conocíamos de rutinas, podíamos pasarnos horas charlando sobre el Sena picando algún queso francés, trasnochar en Londres después de varias "pintas" en el pub - y que el otro día no sea una odisea -, cambiar de rumbo sobre la marcha, andar con poco bártulo, dormir en hostels con baños compartidos como en Berlín, bicicletear Amsterdam sin apuros y echarnos en las playas de Barcelona para dormirnos al sol.

Ya no podemos viajar tan despojados ni tenemos los brazos siempre vacíos para abrazarnos, ya no podemos charlar horas - y hasta a veces no charlamos hasta que cayó la noche y volvemos a ser dos hasta la mañana siguiente -, las decisiones no volvieron a ser tan espontáneas y las trasnochadas tienen más que ver con maratones de series que con salidas a algún bar. Nuestras miradas se cruzan un poco menos pero lo importante es que se sigan cruzando con la certeza de que se trata de una etapa de más cansancio y menos libertades, pero de corazones más llenos y contentos. Voy a guardar esta foto en un lugar especial hasta que algún día volvamos a cargar mochilas livianas y hagamos esta misma selfie, una medianoche en París.




Comentarios

Entradas populares