MAESTROS BAJITOS

A veces pienso que nacemos sabios y luminosos y que el paso del tiempo va erosionando esa sabiduría y apagando esa luz. Crecemos en años y experiencias, pero nos volvemos opacos e insatisfechos. Vamos por la vida con una coraza, con dolores físicos que son consecuencia de dolores emocionales que no podemos o no sabemos decir. Caminamos con mochilas pesadas, contracturados, contenidos, siempre buscando algo más, porque con lo hay que, no alcanza. Suerte que existen los más chicos. Con toda su frescura e inocencia nos invitan a vivir en su propio tiempo, un tiempo que es una fiesta. Algunos todavía creen que los adultos son los maestros de los niños. Pero existe una gran posibilidad: la de que hayamos vivido todo este tiempo equivocados y en realidad sean ellos los que nos enseñan a nosotros:

1. DISFRUTAR. Habitar el tiempo presente, el único que existe. No hay ayer ni hay mañana, en el universo mágico de los más chicos. Sólo hay ahora, presencia, acá, ya mismo, hoy. Si no fuera por ellos viviríamos anclados en el pasado o envueltos en la ansiedad por saber qué pasara en el futuro.

2. LO SIMPLE. No siempre hace falta la mega torta de cumpleaños con tres pisos. Esa torta divina, por la que entregamos un pulmón para poder pagarla, a veces es para nosotros mismos, para disimular alguna carencia propia, para llenar algún espacio vacío. Tal vez a ellos sólo les interesa que tenga dulce de leche y chocolate. Qué alivio.

3. CON PRESENCIA. Dejar fortunas en un juguete de moda no es tan interesante como que nos sentemos en el piso a jugar. No nos confundamos pensando que más caro, mejor; y que con el juguete ya está. Ellos nos enseñan que a veces lo mejor puede ser gratis.

4. Y PACIENCIA. Es como un músculo que se estira y se achica. Nos enseñan a trabajarla, todos los días. Nos llevan al extremo, coqueteando con nuestra templanza, obligándonos a contar hasta 100, a veces hasta 1500. Nos enseñan a regular nuestros impulsos, suavizando nuestras formas, pensando nuestras palabras, interpretando sus gestos, descubriéndolos en su mirada.

5. ACEPTÁNDONOS (Y ACEPTÁNDOLOS). Amigarnos con la propia sombra y con las de ellos.  Todos estamos compuestos por luces y sombras, por grandezas y miserias, nosotros y ellos también. Tener un hijo nos enfrenta con nuestros miedos más primitivos y con versiones propias que desconocíamos. Oscuridades, asuntos no resueltos e inseguridades. Un hijo nos revela lo peor y lo mejor que llevamos dentro, nos obliga a abrazarnos con lo que somos y a aceptarlos como son, aunque no sean tal cual lo que alguna vez imaginamos. Tal vez sean mucho más.

6. Y MIRANDO MÁS ALLÁ. Dejar de mirarnos el ombligo. Salir de nuestro metro cuadrado. Empatía. Ser mejores seres humanos. Vaya enseñanza.

En este día del maestro le digo gracias a los maestros en las aulas pero no me olvido de ellos, los maestros bajitos que tenemos en casa y que nos enseñan lo mejor de la vida.





Comentarios

  1. Tan cierta cada palabra de el relato! Gracias a la vida por esos enanos mágicos, y afortunadas las que la vida nos da la posibilidad de ser mamás, sin dudas lo más loco y lo más hermoso del mundo mundial!

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