CORAZÓN CON CORAZÓN

No me digas que no lo alce, porque es lo que él hoy más necesita. No me digas que le ponga límites, tal vez no sea el mejor momento, no me digas que "ya se le va a pasar", él no sabe lo que le pasa. Tengo la teoría de que desde su perspectiva la panza se ve aún más grande, y eso lo intimida y lo asusta. Me agacho a su altura y en sus ojos hay reproche. Supongo que es eso lo que sentís cuando tenés 3 años y tu mamá está embarazada. Y cansada y con menos paciencia. Paciencia y disponibilidad es todo lo que él necesita hoy, y no siempre puedo dárselas.

A veces quisiera tener el don de poder meterme en su cuerpo y pulular por ahí, especialmente por su cabeza y por la zona donde anidan la emociones: pecho, garganta y corazón. Quizás así podría entenderlo mejor, sabiendo exactamente lo que le pasa en ese momento en que las lágrimas le saltan a cántaros, en donde me quiere lejos pero me necesita cerca. Sabría cuál es la emoción que se le queda atorada en la garganta y con un empujoncito disimulado la haría fluir. Agarraría con la mano la telaraña de sentimientos instalados en su pecho y haría un bollito desprolijo y con eso una fogata. Después me iría directo al corazón y -mientras late un poco estrujado-  lo plancharía con mis manos para que vuelva a tener la forma de corazón, le taparía todos los agujeritos, le daría una palmadita y le diría en secreto que se quede tranquilo, que todo va a estar bien.

Entonces, sabría en carne propia cómo se siente la traición. Los chicos lo sienten como una traición. Me pasó a mí, cuando tenía más o menos su edad, le pasó a mi cachorro más grande y ahora le toca a él. Te debe haber pasado a vos también. Nada grave, nadie murió de tristeza o de bronca por ser destronado, pero me animaría a resaltar la grandeza de aquella madre que -aún con el cuerpo y las emociones cansadas- valida las emociones ajenas y empatiza con ellas. ¿Cómo no empatizar con lo que les pasa a nuestros hijos?

Estos últimos días descubrí que es ahí donde mejor la pasa. Yo no sé si la paso tan bien, especialmente si calculo 16 kilos aproximados de su peso, más una panza que carga otro niño que ronda los 3 kilos, más todos los míos -los de siempre y los ganados- que no te los pienso decir. Decía que así, a upa, apoyando su cabeza, corazón con corazón, es donde mejor está estos últimos días. O por lo menos es donde se escapa por un rato de todas esas emociones atropelladas y atrapadas en un cuerpo tan chiquito. Yo me quedo tranquila porque descanso sobre una certeza inapelable y de lo más simple: le estoy dando lo mejor.











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