UN LUGAR EN EL MUNDO



Resulta que este bebé sólo quiere estar ahí, acurrucado en mis brazos. Hace varios días que viene sufriendo una "mamitis aguda y galopante", no quiere estar en otro lugar que no sea a upa mío y si se me ocurre apoyarlo en el piso empieza con su concierto de alaridos y lamentos, llora y se expresa con cada músculo de su cara, me mira con sus ojos empañados y las lágrimas se escapan a borbotones. No puedo resistirme y lo alzo y así hago todo lo que tengo que hacer, con este monito a cuestas. Cuando vuelve a estar entre mis brazos su cara se transforma, se ilumina y se ríe con ruido, a carcajadas, como en esta foto. Pasa del llanto desaforado (y un tanto sobreactuado) a un pequeño suspiro seguido por un abrazo, me agarra fuerte con sus manos y se apoya en mi hombro. Todo, en cuestión de segundos.

En los últimos días se transformó en mi sombra, me persigue, se cuelga de mis piernas o se asoma y busca el contacto visual, me sonríe con los ojos, porque además de sonreír con la boca, él sonríe con la mirada. Dejarlo es toda una odisea para los que quedan con él, por lo menos al principio. Después pareciera que se olvida, aunque- me cuentan- cada tanto mira la puerta, como esperando que vuelva. A la noche la situación no cambia. Lo acuesto en su cuna y me mira, cierra los ojos y los vuelve a abrir para confirmar que no me fui, se abraza a su almohada y cuando creo que está listo, abre los ojos, me relojea, sonríe cuando ve que sigo ahí, rascando su espalda y tarareando alguna canción que invite al sueño profundo. Le doy la mano y se calma, sus brazos se aflojan y cuando logro escapar, a tientas y sin hacer ruido, todo vuelve a empezar. Me meto en su cuna y automáticamente se entrega y se queda dormido. Escapar de esa cárcel con barrotes que crujen es de las cosas más difíciles que tuve que hacer. Casi imposible. Tarde o temprano, siempre lo termino logrando pero no es tarea fácil, la de huir de una cuna compartida y salir airosa.

Busqué el porqué de todo este asunto hasta que me di cuenta de que no hay ningún porqué. Es simple, no hay vueltas. Los brazos de las mamás son EL lugar en el mundo para sus hijos. Son fuente de paz y de consuelo, donde se sienten a salvo y donde el peligro no existe. Es como un volver al espacio que habitaron durante nueve meses, ahí donde sólo hay calor y protección. Nuestros brazos son su refugio. Entonces pienso en lo importante que soy para él y me empodero, no me importa que la espalda duela, porque el corazón rebalsa. También pienso que algún día (muuuuuuuy lejano) él va a preferir los brazos de otra, entonces me entrego a esta sinergia acaramelada, a esta simbiosis pegajosa y a esta amalgama perfecta. Estar entre mis brazos es, hoy, su lugar en el mundo; y la verdad que estar entre los suyos, es el mío también.







Comentarios

Entradas populares